Si puesto a amar, indiferente y frío
desdeño el convivial lugar y cesa
de sonreír la gracia de la mesa
que es regocijo de hombre sano, ansío
olvidar este frívolo desvío;
si no alumbra en mis ojos la sorpresa
que antes me dio la natural belleza
(que me es ahora teatro del hastío),
no me importa; si el libro ya no tiene
la maravilla antigua, no me importa:
todo es como hoja seca que va y viene.
Mas lo que el pensamiento no soporta
es que haya roto por llamarme amante
mi voluntad de hierro y de diamante.