Arturo Borja Pérez

Primavera mística y lunar

A Víctor M. Londoño

El viejo campanario
toca para el rosario,
 
Las viejecitas una a una
van desfilando hacia el santuario
y se diría un milenario
coro de brujas, a la luna.
 
Es el último día
del mes de María.
 
Mayo en el huerto y en el cielo:
el cielo, rosas como estrellas;
el huerto, estrellas como rosas ...
Hay un perfume de consuelo
flotando por todas las cosas.
Virgen María, ¿son tus huellas?
 
Hay santa paz y santa calma ...
sale a los labios la canción ...
El alma
dice, sin voz, una oración.
 
Canción de amor,
oración mía,
pálida flor
de poesía.
 
Hora de luna y de misterio,
hora de santa bendición,
hora en que deja el cautiverio
para cantar, el corazón.
 
Hora de luna, hora de unción,
hora de luna y de canción.
La luna
es una
llaga blanca y divina
en el corazón hondo de la noche.
 
¡Oh luna diamantina,
cúbreme! ¡Haz un derroche
de lívida blancura
en mi doliente noche!
¡Llégate hasta mi cruz, pon un poco de albura
en mi corazón, llaga divina de locura!
(...)
El viejo campanario
que tocaba al rosario
se ha callado. El santuario
se queda solitario.

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