, by Juan Manuel Aguilar
Armida Patterson

El violinista

Writter Armida Patterson

Esta es la historia del violinista,
aquel que se rumoraba que le había vendido su alma al diablo,
en el barrio nadie podía explicarlo, era irreal su talento innato,
inhumano,
tocaba el violín e hipnotizaba a todos con su encanto.
Caminaba siempre tan encorbado,
sus manos parecían de marciano,
tenía los dedos y los brazos más largos,
era un hombre tan extraño,
pesaba incluso hasta su presencia,
daba miedo tenerlo cerca,
era tan pálido, intimidante, horripilante, muy lejos de ser mundano...
En sus ojos había misterio,
eran un óceano cargado de secretos,
tal vez había en ellos delitos, pecados, errores,
no sólo conciertos,
tenían bolsas llenas de culpa, de insomnio  debajo de ellos,
inexpresivo era su rostro,
había una bestia que se alojaba entre los dedos sus manos.
Tocaba el violín con demencia,
veinte obras, veinticuatro caprichos,
seis conciertos y sonatas,
doscientas piezas que mezclaba con guitarras.
Era imparable, desconcertante,
como si a su alrededor lo estuviera persiguiendo su pasado,
no sólo era violinista
era demoníaco, italinano,
era hijo, padre, esposo y hermano,
pretendía ocultar su oscuridad en cada orquesta,
entre violines, mandolinas, obras extensas y notas de piano.
No cabía en su interés el deseo de ser aplaudido,
le gustaba más la idea de ser escuchado,
hacer que las multitudes se quedaran horas paralizadas en silencio,
sólo disfrutando,
sin embargo, el alcohol lo acompañaba a cada paso,
y su alma cargaba notas y desgracias, música y fracasos,
melodías y pecados...
pedazos rotos por todas partes,
que trataba de pegar hasta un día ser encarcelado,
así fue, tuvo que abandonar las multitudes,
sus cómodos tecnisismos musicales
y enfrentarse al vacío de su celda,
donde los únicos que lo acompañaban eran su violín y su demencia,
ya no tocaba para nadie excepto para la frialdad de sus rejas.
Solitario,
decían que había hecho tratos con el diablo,
que su violín encerraba el alma de mujeres de hermosas voces,
su tecnisismo era de otro mundo, era inhumanamente calculado,
su mera existencia era motivo de espectáculo.
“Sólo el diablo puede estar detrás de esto” decía la gente,
no había otra explicación para que en sus obras apareciera la nota trece,
de las cuatro cuerdas de violín tocar esa es diabólico, impensable, demente,
tal vez lo era,
un demente que revolucionó en el romanticismo italiano,
costaba una fortuna un solo boleto para escucharlo,
pero estar frente a él,
era inspirarse en su aura sombría y su carácter apasionado.
En 1830 finalmente enfermó,
cáncer, tuberculosis, disfonía, perdió la voz,
sus huesos estaban débiles, y rápidamente envejeció,
murió en francia y los religiosos le negaron ser enterrado,
pesaban tanto los rumores de sus tratos con el diablo...
Para las mentes caprichosas el talento es impensable,
mejor pensar que estaba loco que reconocerlo admirable,
mejor pensar en sus demonios que en nuestra ignorancia detestable,
mejor condenarlo que admitir que mejor que nosotros, existen genios musicales,
el violinista murió juzgado, silenciosamente admirado,
su cuerpo fue 2 meses embalsamado,
finalmente en el sótano depositado,
hasta después de 30 años sus restos fueron sepultados
y aquí es dónde pienso, hasta dónde llegan los rumores de los cobardes...
Esta es la historia del violinista que se decía que hizo pactos con el diablo,
ni el diablo pudo sanar sus enfermedades,
ni los cielos nos salvarán de estas miserables envidias tan terrenales.
El demente Paganini, sigue callando multitudes con sus obras musicales,
y los cobardes, bueno...
ni sus nombres sabemos, qué lamentable.

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