La luna nos buscó desde la almena,
Cantó la acequia, palpitó el olvido.
Mi corazón, intrépido y cautivo,
Tendió las manos, fiel a tu cadena.
Qué sábanas de yerba y luna llena
Envolvieron el acto decisivo.
Qué mediodía sudoroso y vivo
Enjalbegó la noche de azucena.
Por las esquinas verdes del encuentro
Las caricias, ansiosas, se perdían
Como en una espesura, cuerpo adentro.
Dios y sus cosas nos reconocían.
De nuevo giró el mundo, y en su centro
Dos bocas, una a una, se bebían.