Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
Se oye un sepelio por los muertos por dentro: vida sin ganas.
Las canas son sabiduría que se desborda.
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
Uno mendiga, muchos mirando el móvil: falta compasión.
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
No te dejes engañar: las sonrisas de verdad pueden atravesar hasta las mascarillas más opacas.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
Vístete fuego, viste té y hierba en el pelo: arriba el cielo, abajo el trigo
No sé a quién busco aquí, Padre: si lo estoy buscando a Él o me estoy buscando a mí.
Hazlo o no lo hagas: no hay propósito alguno que te haga triunfar.
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
Sin publicidad, sé una buena persona: he aquí el secreto.
Tus demonios internos se van a eternizar hasta que veas, que para vencerlos, los hay que abrazar.
Vamos con prisa para llegar más rápido a ninguna parte.