Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
Detrás de esta sudadera desgastada y deshilachada guardo este acariciado, áspero y moribundo mundo. Detrás de esta cara de charlatán
Hijo, he aquí un hallazgo que te recomiendo no pasar de larg… ni olvidar: los humanos son bien lentos en dar… mas raudos cual rayo en recibir.
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
No sé a quién busco aquí, Padre: si lo estoy buscando a Él o me estoy buscando a mí.
Todos llorando por lo malo del mundo, como si no hubieran visto ni un gramo, de maldad. Y yo, sonrisa en mi cara,
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
El burdo burdel de El Llano ya no ofrece masajes a cuatro manos.
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
Caído una vez, levantado otra vez más: así es la vida.
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
Vamos con prisa para llegar más rápido a ninguna parte.
La vida, qué ironía tan bella, termina siendo lo que pensamos de ella.
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.