Nunca un hombre me ha dado flores.
He elegido rodearme de espectros,
de mentes enmarañadas que no hacen más que sucumbir.
Canciones, sí.
Ruido abstracto entrecortado por suspiros
Ahogo. Descargas y espasmos nerviosos.
Conciertos privados, rodeados de nubes.
Poemas al aire, mudos y diáfanos
secretos,
cargando sobre espalda el no deseo de ser develados,
la vergüenza de saberse humanos
Momentos vagos en sus cerebros vivos,
espacios de humo que habito mejor que en tierra.
Han ardido y pendulado sobre mí,
toros indomables, turbados,
estampandose impetuosos sobre la nada de mi ser.
Ninguno me ha querido.