A. Milagros

Entre fantasmas y realidades

A veces, en la penumbra de la noche,
donde el silencio revela lo que el ruido oculta,
me doy cuenta de que en el juego de la vida,
no era el amor lo que buscaba, sino una ilusión.
 
Creí que anhelaba tus caricias y tus promesas,
pero la verdad es que el deseo no sabía a amor,
sólo era una llama que se alimentaba de fantasías,
un baile sin pasos en un suelo inestable.
 
Reconozco ahora en el espejo del alma
que el amor no era más que un reflejo torpe.
 
Y aunque me dejé llevar,
el peso de una historia compartida,
no era lo que quería.
 
No era tu esencia, ni tu risa, ni tu piel,
lo que mantenía mi corazón cautivo,
sino una ilusión que adornaba el vacío,
un espejismo que ocultaba lo evidente.
 
Sabía que no encajabas en mi camino,
que no eras en quien pensaba cuando oía canciones de amor,
pero mi mente tejía castillos en el aire,
ignorando que la base era arena inestable.
 
Cuando se desnuda la verdad al amanecer,
reconozco que no había en mí,
un anhelo sincero de un futuro junto a ti.
 
Tu imagen se deshace con el paso del tiempo,
como un fantasma que nunca tuvo forma,
y al despertar, me doy cuenta de la verdad,
que el amor que imaginé era sólo una ilusión.
 
Libero a mi corazón de esta ilusión pasajera,
de los sueños que nunca fueron más que niebla y humo.
Y en la claridad de un nuevo día comprendo,
que por siempre te recordaré como lo que has sido:
un fantasma.
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