Le escribo antes de que se vaya porque no me permitiría olvidarla.
Escribo notas de bienvenida y de despedida continuamente en mi mente, no se por qué, pero simplemente pasa.
No sé si esté aquí al amanecer pero me gustaría pensar que así será, bajo la fragilidad del crepúsculo, en un cuarto blanco con luz azul.
Cuando observo la forma del humo mientras se dispersa en el aire, no puedo pensar en otra cosa que no sea mi musa y heme aquí, escribiéndole con un cigarro entre los labios y la mente atada a su recuerdo.
¿Cómo siento nostalgia si aun no la he perdido? Aunque pensándolo bien si perdí algo pero no específicamente a ella, me perdí a mi mismo, en su cadera, en sus labios y en el roce de sus dedos, en su sonrisa al despertar y en su peculiar forma de mirar.
No tengo intención alguna de reencontrarme si no es en el reflejo de sus ojos, es una sensación parecida a la de estar perdido en medio de un océano que te provee de tranquilidad, es abrumador pero lo es de una buena manera.
Jamás creí que el mundo cupiera en un lugar tan pequeño y miserable como mis brazos pero lo hizo y lo comprobé al tenerla entre ellos.
No puedo saber si ella es real con certeza a cada segundo. Eventualmente en momentos de lucidez la siento, siento su tacto aunque luego éste se desvanezca, mientras para mi sea real lo será ¿Verdad? Así que no debe haber problema alguno con ello, sólo soy un artista mediocre y delirante que le dedica sus mejores obras a una musa que está dentro de su cabeza, pero ésta vez ya habiendo encontrado el fantasma de una musa de mármol, mientras me quede vida no habría de dejarla ir.