No piensa en ningún príncipe la princesa.
El sol se ha alzado por el oeste y se cierran todas las llagas.
Arte de la anémona: errar y translucir la mímesis,
un fácil y hostil reconocerse.
En mi expedicionario corazón no tengo almena.
Ni veredas, ni ruinas que acariciarme.
Pero hoy el sol se ha alzado por el oeste
y yo cuento de memoria los trazos del paraje.
Nada hay en mí que no vaya a presentir cuando me ocupe.
Soplo anterior a todo y nunca antes.
Galería de Damas: se suicida esa imagen.
Todo lo que pudiera mi cabeza saber de mí.
Conjuga ese verbo intransitivo; transita sin pies por esta onda.
Presagia esta anémona: abrirse a cada brisa
inédita a la vez y parte de mi piel.
Que cada esforzadamente trepada certeza se me mate.
Que me sorprenda lo oscuro.
El inevitable misterio de su anémona.
La sangre ya velada en nuestros pulsos.