Todo niño es un artista,
con manos de sol y alma infinita.
Pinta en los muros de la brisa,
dibuja sueños con su risa.
Traza colores en el viento,
sin miedo, sin tiempo, sin argumento.
Cada trazo es un universo,
cada sombra, un verso inmerso.
Pero un día la prisa llega,
con sus reglas y su brega.
Dibujar queda en los márgenes,
pintar se vuelve un espejismo frágil.
Más si escuchas, aún resuena,
el niño dentro, su voz serena.
Siembra en lienzos su osadía,
y recuerda: el arte nunca se olvida.