Víctor Dupont

Lo que escapa de una hoja de ruta

Voy a escribir con la rabia de un asesino.
Con la delicadeza de mil metáforas en un puñal.
Con el relumbre de ese filo en la punta de un fetiche.
Escribir con la alegría macabra y los disfraces de payaso
de un John Wayne Gacy.
Con la sangre de cada jolgorio inmoral
en cada uno de mis enmascaramientos.
Porque, como dijo una pluma surrealista,
no hay palabras: solamente pelos.
Voy a escribir como un Kafka.
Kafka yéndose a nadar
cuando se declaró la Primera Guerra Mundial.
Kafka obsesionado con una bailarina anónima.
Kafka dedicándole dibujos
con tanta puntillosidad como horas a sus novelas.
Kafka escribiendo sin parar “El castillo” y no acabándolo nunca.
 
Voy a escribir con la delicia lúdica del inventor.
Armar artefactos poéticos con textos maravillosos
para la escasa gente que sí está viva.
Crear máquinas de pensamientos-bomba.
Tratados para besos corrosivos.
Voy a atacar la página en blanco como Erik Satie a sus partituras.
Erik Satie con sus tres piezas en forma de pera
y sus sonatinas burocráticas.
Erik Satie y su fonométrica: “¿Qué no habré pesado o medido?
Todo Beethoven, todo Verdi...”
Erik Satie con sus paisajes imaginarios exóticos,
sus inscripciones burlescas, sus greguerías.
Erik Satie con sus inexistentes órdenes religiosas
e imposibles instrumentos musicales.
Con su colección de paraguas
a modo de homenaje al Conde de Lautréamont.
 
Voy a escribir como un condenado.
Un condenado a surcar heridas en los lobos.
Un condenado por una perla rozada desde un asteroide perdido
en la habitación de una adolescente trémula.
Voy a escribir como un Sade.
Sade ingresando en la Bastilla con el boceto
de los “120 días de Sodoma” en la cabeza.
Sade usando de altavoz un tubo destinado a la mierda,
para gritar a través de la ventana que los presos
están siendo torturados.
Sade llorando “lágrimas de sangre” tras la liberación de esos presos
y la pérdida de su manuscrito más subversivo.
 
Voy a escribir y a conquistar la grandeza de un gigante.
De mi piel se disparan cohetes, ciudades prohibidas,
caderas de amianto, cinocéfalos automáticos.
Y ya no temo enloquecer.
Y salto cualquier burla o incomprensión en mi soledad titánica.
Y tampoco me importan tanto los Sades o Kafkas o Saties.
Robaré lo que tengan para darme quienes hayan derribado
las paredes con sus últimos suspiros.
Asaltaré los muros. Se rendirán los misterios.
Y con la máscara de un vagabundo estelar,
al fin, me perderé en compañía de las hermosas sombras.

Poema inédito.

Piaciuto o affrontato da...
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