Dejé que el ronroneo de los árboles
brotaran mis oídos...
y desperté de la vida sin querer despertar.
Mi dolor se vistió de duelo,
una vez más,
y aferrada al abismo de un mal sueño,
me dejé caer al vacío de su sendero...
Y volé...
Volé a lo más alto junto al llanto de los cuervos
para ver de negro llorar al cielo...
Tan alto volé y tan bajo caí,
que bajo suelo me quedé
para ver mis días morir...
Y bajo suelo sentí,
el aroma del rosal
que te enreda y te enamora.
Sentí como sus zarzas de amor
se clavaban en mi piel.
Traspasando esa fina capa
que separa mi vida, de mi ser...
Y abatida,
me retorcí de dolor,
respirando las cenizas
de aquella llama,
que un día atravesó mi corazón...
-Brig Morrigan-