Su nombre pétalos rotos que ni la voz ni la tinta. Del tiempo, como mis días, y también sus pasos, como si luz ofuscada

Quien hable por ti desde ti mismo, y diga las cosas en el dialecto de tus criaturas,

Lo mismo me devuelva el vino que dejé allí, olvidado, cuando alguna vez mis pasos en ella se detuvieron, en ella, tarde, se buscaron

A veces, de repente, morirme sin despedirme, a secas, cerrar la puerta de un portazo, o lenta, lentísimamemente, mirándolos de frente, desafiante,

Moriremos en otoño los poetas amortajados de niebla en la desnuda intemperie de calles al amanecer, de calles cruelmente vacías

Indumentaria en brumas la caudalosa mañana desplomándose en oleadas desde el infinito En ella pereceremos,

El día abierto de par en par, arrojando su luminosidad de novia intacta centelleante, de doncella cada día en flor, cada día iluminándome

Mientras mis soldados de plomo asedien tu torre inexpugnable, y ya no levanten el sitio así pasen cientos de inviernos, o tú misma ante mí de rodillas,

Cuando vuelva a casa Madre me abrirá la puerta, y quedará frente a mí como una estatua viviente. ¿Qué le diré a Madre

Estupefacto ante mí mismo, pasmado de estupor delante de mi presencia escindida en numerosas presencias, girando en torno al meollo

Cualquiera que a la adolescencia de los heliotropos, cualquiera que su aprendizaje de agrario habitante atento al rocío,

De la noche hasta mi corazón llega… viajeros que vi partir desde mis h… y cuyo rumbo guiaron sucesos conmo… Regresan mustios y heridos, lloran… escrita en sangre y derrota la bit…

Agonizante al borde de terribles enfermedades, acosado por bestias de extinta prosapia, íntegro en la desnudez

Déjame tocar tu piel y quemarme, déjame acariciar tu cuerpo con mi mirada de varón en celo trepando las gradas de la fiebre, consumido en tus besos de piedra.

Un ángel de luz despiadada desde la noche vendrá, un ángel de clara lectura se abrirá ante tus ojos, y nada podrán tus lobos