En mi Otoño, donde me acunan los vientos, ahí justo donde tus ojos encandilaban. Tus cascadas oculares los hacían ver hermosos, en ellos, mis espejos, se reflejaba mi mueca, y también tu afligida alma. El terror amarraba tu voluntad, el miedo era torrentes por tus venas, tu endeble cuerpo era un muñeco del frío, y con tu entrecortada voz preguntabas: ¿Por Qué? Hojas sepia que divagaban por los aires, se pegaban a tu piel, a tu capa azulina.
El suelo, mármol y rosas... y a cada paso, incrustaciones de espinas. Me aproximé cauto a tus trémulos labios, en su negro palpitar, algo de desdén. Dejé caer mi rabia con un suave y prolongado beso, y tus lágrimas se escaparon presurosas. Me perdía inexorablemente con tu sangre, era como un viejo bourbon que me deleitaba con tus miedos. Te consumía para saciar mi sed de puro néctar... para saciar mi sed de un último suspiro con tu vida. Estaba deseoso de escuchar tu llanto... Mi cuerpo, un cuenco vacío, sin alma, sin aliento toda mi nada. Mi perversidad anhelaba el brillo de tus perlas. (Quizá Basil Hallward no fué el mejor artista de ambos) “RETAZO INSPIRADO EN EL RETRATO DE DORYAN GRAY”