Tomás Segovia

Me pregunto

Me pregunto y no entiendo
tendrías que ser tú quien lo explicara
me pregunto por qué a veces esta piedra en la dentadura
que no deja salir a gusto mis palabras cuando se disponen confiadas a brotar hacia ti a correr más frescas que las cascadas de agua tan frescas como las cascadas de notas y a brincar joviales en torno como perros de aire por qué es difícil pues algunas veces decirte lo que tú y yo queremos que yo te diga lo que casi sabemos bien sabido tanto tú como yo como si estuviera dicho ya si no fuera porque es justamente lo que no puede saberse mientras no esté dicho lo que más importa saber y por eso tal vez tampoco tú podrías explicarlo y no sabremos tal vez nunca por qué me atollo me distraigo me atraso me pongo a hablar de otra cosa en lugar de decirte así sencillamente sin pensar en nada sin pensar siquiera en ti cómo pienso en ti y cuándo y dónde y con qué fin y por cuál falta de causa pienso en ti en qué idioma te beso en pensamiento de qué sabores es hablarte mientras no te digo nada y la continua escenificación con que te admiro como si todo el tiempo vivieras en mi trastienda en la muy leve pecera que es el bolsillo de mi memoria o como si compartiéramos juntos una gran habitación de después de la fiebre una clara estancia toda convaleciente de algún ataque de luz álgida que es donde únicamente puede entenderse de veras cómo es que muchas cosas que haces me embellecen por qué en tus más imprevistos gestos me descifro y que el significado de mi rostro depende cada instante de qué cara estés poniendo en otro sitio tú  y por eso cuando salgo a la calle
puedo sonreír a todos con condescendencia como quien va por el camino encerrando en su puño la llave del tesoro fabuloso o sea un don que es a la vez una fuerza y un secreto y del que consiguientemente somos más que el dueño el elegido pero entonces repito es difícil entender por qué esta dura densidad del paladar este zumbido de entumecimiento en las palabras de en medio para decirte sin más levemente jovialmente cuántas veces quisiera imitarte hasta la ignominia y que hay ratos que siento esa cosquilla en la nuez de la  garganta que indica que el pulmón necesita su grito como el adicto su dosis cuando estoy viéndote o pensándote o las dos cosas en tu gran luz ejemplar de halo de montaña y entiendo emocionado que nunca entenderé del todo la raza amada de tu sexo siempre entrará mi sexo en el tuyo como un meteco férvido converso acaso con delirio pero nunca nativo de tu misma tiniebla tal vez por eso para hablarte de estas cosas es tan difícil tener fácil la palabra pues yo no sabré nunca cuando volando hacia abajo entre mis brazos tocas fondo y tu médula al fin hace contacto con ese látigo de alta tensión que desmiembra el espacio en qué lenguaje te tartamudea el ser y no sabré tampoco o tal vez esas dos ignorancias son la misma a qué sabe en tu boca la redondez misma que admiro tanto en ti tu fiel gravitación centrada con su sol en tu plexo la unidad de tu fuerza que te salva para siempre jamás de la violencia el misterioso don de no necesitar violáceos torniquetes para no ser traidora y quízá por eso a veces la interminable dilación de mi lengua sonámbula
que no puede nunca acabar de no hablarte sólo en otro lenguaje inaclarable podría compensarse tal como el lenguaje estrafalario de estas líneas que dice lo que dijo que no iba a decir un lenguaje no siempre más difícil pero sin rectitud que vuelve las esquinas para hablar a quien no habla y hablar de aquello de lo que no habla o también aquel otro lenguaje estrafalario que viste con la desnudez del cuerpo al pensamiento único en el que se puede sin pervertir la expresión decir naturalmente cuánto la ira ama y la violencia es tierna desconjugar gozar en el estallido gozogozas retraducir te amo en un sinónimo me amas formular la unidad sin idioma del deseo no mintiendo que somos un ser mismo ni un ser otro delatando la verdad diciendo pues nuestra verdad de delatores desnudando que la carne sólo en su egoísmo rabioso se entrega y que sólo el extraño irremediable ama.

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