Y cuando el castigo llego,
El clamo por perdón,
Y no fue escuchado.
Y no pudo ser salvado.
No hubo quien no
escupiera fuego
cuando su nombre
se pronunciaba,
ni a quien agrade
con su presencia
ni con su desgarrador llanto.
Él cargo con el peso de su verdad,
a costa de falsas acusaciones,
de quienes querían verlo caer,
derribado, sin aliento,
derrotado.
Ahora, enarbola la bandera de la venganza,
nunca derribado, ni sin aliento,
jamás derrotado.