Aveces quiero pintar un rostro,
un blanco amanecer,
un blando ocaso.
Los viejos pinceles piden un laberinto,
quizás un vagón,
un angel sonrojado.
Gaviotas frescas chapotean,
mientras el sol esparce su calor,
nubes turbias sin dios.
Los Wright han posado en el sillón,
cerezas han caído y
los elefantes hacen sonreír.
El lienzo está sediento de amor,
cloacas húmedas de europa y
el mejor fantasma posa en el farol.
Banderas viejas elevadas,
fragmentos antiguos en bodegones,
nocturnos viajes del Nepal.
Estampida de fuertes molinos,
locos Quijotes escaldados,
sangre pincelada de dos amantes
que ya no están.