Después de atizar las sábanas con terneza
debajo del cuarto menguante
me levanto de la cama
y mi espalda es el camino.
Giro mi cuello y te veo,
estás radiante como la tercera estrella
en la punta de la nariz de la osa mayor.
Recuerdo que habíamos apagado la luz
pero la oscuridad salió tropezando de aquí
y nos quedamos en el centro de las risas y la fuerza.
Ya no veo una alcoba, solo te veo a ti
bailando majestuosamente
en medio del salón tornasolado
invitándome a empezar la fiesta
una vez más.