Silvia Domínguez

Bruna

Recuerdo a Bruna hablando de amor, mirando a los ojos a la persona que quiere, esa mirada intensa, esa cara de orgullo y felicidad. Recuerdo, su manera de existir y resistir.

Me gusta verte sentir porque te haces grandiosa y eterna a la vez. Porque eres dueña de los corazones de aquellos que han llegado para visitarte.

Desde su “salotino”  le devolvió la luz a ese rincón oscuro, provocó resacas emocionales,  llenó todo de aire bueno y bonito.

Me quedo  con sus historias, su fuerza. Con la cantidad de cambios que provocó en los corazones que se acercaron esa noche a escucharla y sentirla. Me quedo con todos los espejos en los que se refleja la ilusión, la elegancia y el trabajo bien hecho. Con las palabras ñoñas después de la función. Con su forma de cambiar el mundo.

Madrid no sería lo mismo sin la persona que nos trajo a Bruna. Después de que ella se haya ido,  yo me hubiese reído y llorado mucho menos o más.

Bruna, que tu reflejo siempre sea lo que realmente quiere y que el motor de tu vida no se pare, por más difíciles que se pongas las cosas. Porque vales todas las ganas de ir al teatro.

Tienes en ti todos los deseos del mundo y las horas que el tiempo se lleva cuando nos cuentas tu historia.




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