Hubo un tiempo en que los hombres
fueron dioses
y dominaron todas las artes
y las ciencias
de forma misteriosa e inmisericorde,
como lo hace dios con sus cosas.
Aunque no nos quepa en la cabeza,
hubo un tiempo en que los hombre no fueron hombres.
Aquellos hombres que fueron dioses
bien podrían haber logrado una imagen grandiosa
con apenas unos cuantos colores
o las notas perfectas para erizar la piel de cualquiera
con un solo instrumento,
poesía pura en una imagen de mármol
o la atenta escucha de los comensales a la hora de la cena.
Todo esto y mucho más,
todo más,
con apenas una herramienta,
un arma,
y dos manos o menos.
Nosotros, los hombres del futuro,
no hemos podido viajar en el tiempo
para vivirlo de primera mano
porque nuestros cuerpos modernos explotarían
de tanto futuro a la mano.