Serafín José García

Oración

Tata Dios: yo no dudo que siás juerte;
que gobernés vos solo tierra y cielo;
que a tu mandao se apague’l rejucilo
y se amanse’l más potro de los vientos.
 
No dudo que haygas hecho esas estreyas
que sirven de candiles a los sueños,
y p’aliviar el luto de las noches
priendas la luna en su reboso negro.
 
No dudo que siás vos el que le puso
al colmiyo’e la víbora el veneno;
el que afiló las uñas de los tigres
y le dio juersa’l pico de los cuervos...
 
Pero dudo’e tu amor y tu justicia,
pues si juera verdá que sos tan güeno
no te hubieras yevao aqueya vida
qu’era pa mí más grande que tu cielo.
 
Vos sabés, Tata Dios, cómo la quise.
Eya jué'l sol que amaneció en mi pecho.
Por eya tuvo primavera mi alma
y echaron alas mis mejores sueños.
 
Eya era linda como las mañanas
cuando dispiertan yenas de gorjeos;
alegre como el ruido’e las colmenas;
graciosa como el’unco’e los esteros.
 
¡Y era tan güena, Tata Dios!... ¡Tan güena!
Nunca un rencor se cubijó en su pecho.
Pa tuitos tuvo corasón sin trancas
rebosao de ternuras y de afetos.
 
Y creyó siempre’n vos: tuitas las noches
s’endulsaba en su boca el Padre Nuestro,
mientras su almita’e pájaro aletiaba
ofertándose entera en cada reso.
 
¡Y tuviste coraje pa matarla!
¿No pensaste que yo tamién juí güeno,
que no meresco este dolor que sangra
la herida siempre viva’e su ricuerdo!
 
¿Cómo no viá dudar de tu justicia?
¿Cómo viá crer que tengas sentimiento
si vos, provalecido de tu juersa,
nos quitás siempre lo que más queremos?
 
¿Pa qué nos diste corasón, entonce’?
¿Pa qué nos esigís que siamos güenos,
si nos encariñás con este mundo
y en él ponés nomás que sufrimientos?
 
¿Cres que consuela tu promesa’e gloria?
Si aquí and’hemos nacido, ande queremos,
nos negás el derecho’e ser dichosos,
¡no sé pa qué nos va’servir tu ciel
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