Serafín José García

Venganza

No tantiés el cuchiyo. Yo no vengo a peliarte.
'Tan muy flojas mis tabas pa esos bailes, caracho.
Una tunda’e palabras viá encajarte’n el alma,
d’esas tundas que duelen muncho más que los tajos.
 
¿Carculaste dejuro qu’este viejo tembleque,
cegatón y cacunda, despulpao por los años,
basuriao po’el corcovo de l’achura yorona
no tendría ni juersas pa salir de su rancho?
 
¿O te créiste que pudo la garuga del tiempo
sancocharme’n el pecho lo que tengo’e cristiano,
y qu’el único afeto qu’enyenaba mi vida
ya pa mí no valía lo que un pucho’e cigarro?
 
¡Enquivoco machaso! La osamenta caduca,
pero l’alma más duele cuanti más la sobamos;
y el dolor de los viejos, mesmo qu’el coroniya,
es más duro y más juerte cuando tiene más años.
 
No temblés d’ese modo ni me mirés asina.
Escucháme sin ñervos. ¿No decís que sos macho?
El temblor y los sustos pa las hembras se han hecho.
¿Cuándo has visto al pampero julepiar un lapacho?
 
Escucháme sin ñervos. No agachés la cabesa.
¡Si no vengo a pedirte que golvás a mi rancho!
¡Si la pobre de m’hija ya de vos no precisa!
¡Hace un mes que la pena la yevó al camposanto!
 
Dende aqueya mañana que me dijo tuito
y entuavía, po’el perverso, resó al cielo un rosario,
se jué diendo lo mesmo que una vela de sebo,
y en la tierra, pa siempre, aura’stá descansando.
 
Y era juerte y sanita. ¡Si parece mentira!
Y era güena y alegre. Se alumbraba mi rancho
con la lus que manaba de sus ojos grandotes,
que más bien parecían estreyones machasos.
 
Y era linda su boca, siempre yenita’e risa,
y su mano era cumba pa cebarme’l amargo.
Me parece sentirla prosiar con sus calandrias,
y regar sus malvones, y jugar con el gato.
 
Dende que la he perdido m’he quedao tan solito...
Siento ya com’un frío que me yela el tutano.
Agatas tengo juersas pa dir al cementerio
a resar por su almita, pa que no ande penando.
 
¡Y juiste vos, mal gaucho, que mataste a m’hija!
¡Lo mesmito qu’el toldo te colaste a mi rancho,
y dispués d’engañarla, sin rispeto a mis canas,
juiste a contar tu hasaña por los ranchos del pago!
 
Yo aura vengo a decirte que pensés lo que has hecho.
Cuando el campo’e la vida se t’enyene de años,
Dios ha’e darte una hija como a mí, linda y güena,
que redame a puñaos l’alegría en tu rancho.
 
¡Y ha’e yegar otro toldo desmadrao y sin alma
a robart’ese afeto y a dejarte penando!
¡Y has de saber entonce’cómo es el sufrimiento
que me aruña en el pecho mientras t’estoy hablando!
 
No tantiés el cuchiyo. Yo no vengo a peliarte.
¡Si no tengo ni juersas pa pegar un mangaso!
Sólo vengo a decirte, pa que un día te acuerdes,
¡que hace un mes que la pena la yevó al camposanto!
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