Resueyo del monte cuajao en coraje.
Altivo aletaso de la libertá.
Cerno endurecido de macheses gauchas
que sólo la muerte consiguió ablandar.
Corasón caliente de los campos potros
latiendo en la entraña de la soledá.
Tutano’e los cerros filosos y ariscos.
Colmiyo’e la sierra. Facón del pajal.
Tropero de sombras, domador de rumbos,
patrón de horisontes baquiano y audás,
tu vida jué un libre volido de toldo
surciendo distancias, sin nunc’anidar.
Tuviste por cama los pastos del monte.
Por techo, el ramaje del coroniyal.
Jué arruyo’e tus sueños el canto’e los ríos
y el silbo’e los vientos entre’l flechiyal.
Dos gauchos con alas rondaron tus noches:
el tero alarife y el libre chajá.
Y en los recovecos de tus madrigueras
sus trampas d’espinas armó el ñapindá.
Y cuando crusaste, tajiando la noche,
s’hinchó el campo’e lomas pa verte pasar;
chistó la lechusa, cayaron los tigres,
y los cimarrones dejaron de auyar.
Pa vos lució el alba sus pilchas rosadas;
pa vos abrió flores punsó el sucará;
por vos munchas noches la luna, mimosa,
en l’anca’e tu flete se vino a sentar.
Y juiste la estampa más gaucha y airosa
qu’en sueños las chinas miraron pasar,
prendido a los flecos del poncho el misterio
¡y al cinto el rumbero de la libertá!