Serafín José García

Escasrmiento

¿Sabe por qué me sucuché'n mi rancho
y vivo huraño y solo com’un bicho?
Porque ya tengo’e sobra con las cosas
qu’en el trato’e los hombres he aprendido.
 
Riciencita lindaba con los veinte
cuando salí'e mi pago,
vacido el tirador, pero de sueños
y de esperansa el corasón ricaso.
 
Creiba entonce’que tuitos los caminos
me tironiaban pa que los siguiera,
y qu’en la punta de cadáuno de eyos
había un mundo mejor que mi querencia.
 
Se me hacía robo qu’iba’topar gente
más güena y más derecha,
que si por un casual caíba en disgracia
m’iba’amparar sin indagar quién era.
 
Como había óido decir, cuando cachorro,
que a tuitos Tata Dios nos hiso iguales,
y véia qu’en mi pago no era asina
porque había siempre diferiencia’e riales,
 
carculaba que diéndome hayaría
lo que me cencerriaba la esperansa:
un pago ande los hombres
a juersa’e corasón s’emparejaran...
 
¡Pero di ande! ¡Si vide en tuitas partes
la mesma vida puerca qu’en mis canchas!:
los de arriba, viviendo pa eyos solos;
los de abajo, hermanaos por la disgracia.
 
Hombres que mientras’taban en el yugo
eran igual que güeyes de tan mansos,
y en cuanto pelechaban se golvían
los piores enemigos de los cáidos.
 
Y po’ande quiera gente fayutasa,
sin lialtá ni concencia,
amiga de adular y de cargarse
siempre pal lao del sol que más calienta...
 
¡Como p’andar en tratos con los hombres
dispués de lo qu’he visto!
¡Vale más sucucharse’n una cueva
y vivir apartao como los bichos!
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