Los fascistas cogen sus flechas
y tensan los dos arcos del yugo,
pero cara al sol jamás aciertan,
y sin ser de cara no es lo suyo.
De noche recogen sus emblemas
y los disparan con la media luna,
llenando el cielo de falsas estrellas
que el pueblo devuelve una a una.
Nadie quiere verlas
y no las verá nadie.
Pueden quedarse con ellas
los asesinos de la Falange.
Mejor morir en la trinchera
que vivir con una mordaza;
tener en la boca esa bandera
es la vergüenza de España.
Es mejor morir de pie
que vivir arrodillado;
no bordar en rojo ayer
la camisa, soldado.
Saber que hay mucho reo
que fue ayer encarcelado,
y recordar que Prometeo
también estuvo encadenado.
Recordar todos los cuentos
de presos y presas fugadas
gracias a túneles secretos
que cavaron con cucharas.
Y recordad la leyenda
de los dos republicanos
que lucharon en la guerra
con dos dedos levantados
y una flor en la escopeta.
Esa flor que deslizaron a diario
por debajo de la puerta,
pues no cabía dentro del armario
ni tampoco cabía fuera.
Ambos guardaron la rosa
que de noche se regalaron,
y cuando fueron a fusilarlos
salió una flor de la pistola.
—Ni siquiera uno se ha salvado.
—¡Vete de nuevo a comprobarlo!
—¡Señor, el muro está sangrando!
“Ni Dios, ni Patria ni Amo”.