Si algún día me marcho
de mi tierra prostituida,
hacia el progreso de otras naciones,
con bellas libertades
y sin Asambleas de estercolero
(como la nuestra)
dejenme decirles:
Que de tanta sangre derramada
sobre el pavimento,
¿Podrían las madres desconsoladas
perdonar las muertes de sus hijos
a manos del gobierno?
Si me marcho, no es huida.
Ni insolencia ni pretexto. Basta.
No es cobardía decirles que aunque me vaya,
alguna vez, a través de las balas,
cuando gritaban: ¡Médico!
al igual que el herido
acepto que también tuve miedo.
Si, en la gallardía
en que hubiera podido una bala envenenada
impactar en mi pecho:
Cuando lloran todos
pero el muerto ya no oye las plegarias.
Mas aquél que diga que tengo la culpa,
Sí. Sí la tengo, lo acepto, y de todo.
Mejor dicho, todos la tenemos.
Digo:
Por haber dejado que esto pasara
Y que este monstruo se alimentara de nosotros durante todo este tiempo.