Prólogo:
La paz es una mentira repetida.
No hay paz donde solo abundan puercos humanoides con armas.
He aquí, un pueblo meditabundo que ahora se levanta
para exigir sus derechos,
mientras unos dan la vida
y otros dan la cara.
(junto a un progreso venidero)
y lo que no vendrá nunca,
he decidido partir.
I
Muchos morirán, seguro.
Cuerpos putrefactos encontrarán
desfigurados
en las cuestas,
en los charcos,
en las montañas más lejanas,
o sobre el pavimento
de las carreteras –mayormente– transitadas.
Sumando números
y más números a una cifra
que el gobierno ha tomado por invento
o amenaza,
siendo la pobre gente
—siempre la gente—
víctimas de una Nicaragua
donde el cruel Presidente
libera de las jaulas
a las aves negras
de la muerte.
* * *
Paz violada de una juventud
que atrincherada no ha sabido
donde posarse,
porque de tantas figuras sentadas
usando sacos y corbatas,
en la mesa manchada de lágrimas y sangre,
no nos representa nadie.
* * *
Vendrán hombres en galope
sobre caballos plateados
golpeando el cerrojo con sus navajas
y armamentos pesados.
Abrirán las puertas.
Acabarán con todo.
Como los que agarraron y
sacaron de sus casas
y no pudieron contarlo.
II
¿Quién Diablos te has creído, Oh, genocida?
¿Quién, dime, quién podría salvarnos de los designios
de tu bruja maldita?
Acaso no escuchan el grito de la gente,
en los buses, en el parque, en las plazas:
¡Eran estudiantes, no eran delincuentes!
Esto no es la paz que ellos decían,
es lo que el joven del bus nos advirtió.
Lo que dijo Víctor Hugo Tinoco.
Lo que gritó: Herty Lewites.
Los que mandaron a matar a Alexis Argüello
y a Pedro Joaquín Chamorro.
Los que intentaron vender el país,
pero fueron sorprendidos por los medios,
y los medios que compraron
con el supuesto fondo de “Albanisa”,
y nuestro presupuesto.
Sí, y todo lo demás.
Lo que está a la vista.
Lo que ya todos saben o sospechan:
Narcotráfico.
Ah... Y lavado de dinero.
La paz es una mentira repetida
y sucia como este gobierno,
que tiene las manos manchadas
con la sangre de nuestro pueblo.