Joaquín Sabina

A la sombra de un león

Llegó
con su espada de madera
y zapatos de payaso
a comerse la ciudad.
 
Compró
suerte en Doña Manolita
y al pasar por la Cibeles
quiso sacarla a bailar
 
un vals
como dos enamorados
y dormirse acurrucados
a la sombra de un león.
 
“¿Qué tal?
estoy sola y sin marido
gracias por haber venido
a abrigarme el corazón.”
 
Ayer
a la hora de la cena
descubrieron que faltaba
el interno dieciséis.
 
Tal vez
disfrazado de enfermero
se escapó de Ciempozuelos
con su capirote de
 
papel.
A su estatua preferida
un anillo de pedida
le robó en El Corte Inglés.
 
Con él
en el dedo al día siguiente
vi a la novia del agente
que lo vino a detener.
 
Cayó
como un pájaro del árbol
cuando sus labios del mármol
le obligaron a soltar.
 
Quedó
un taxista que pasaba
mudo al ver como empezaba
la Cibeles a llorar
 
y chocó contra el Banco Central.
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