Rubén Bonifaz Nuño

Era también de fuego...

Era también de fuego:
sobre el tizón,  hirientes, casi diáfanas
violetas duras a los ojos,
coronadas de oro. De esto era,
de esto se construía bajo el humo.
 
También como de alas en asalto;
pluviales hojas enjambradas,
arboladuras de reloj a vela.
 
Y en vela yo, sumiso y vigilante
a la corriente en que me estoy hundiendo.
 
Buscando quién me soy cuando soy este
sabor labiodental, que sobrenada
entre las redes del aroma;
estos golpes de tacto en soñolientas
aguas desembocando; quién me nace
—póstumo ya—si la serpiente
de música enjoyada quiebra
el cascarón, y adelgazándose
—sensual, bicéfala y exacta—
cruza la puerta doble del oído.
 
En venta está mi cuarto, y de la mano
saco a la calle mis rincones.
 
Me dieron el indulto cuando estaba
ya contra la pared, y ojivendado.
 
Allí donde vivimos,
en el lugar en que nos conocemos;
donde la noche oscura, que amanece
de las cinco prensiles
advocaciones ávidas del alma.
 
Y era como el silencio que tú sabes;
como de casa grande, como ramas
de anochecido pueblo solo.
 
Yo soy hombre, y me callo tantas cosas
que tendremos que hablar cuanto tú quieras;
la orquestada pasión y las raíces
de aquellos ojos míos que me miren
desde el sembrado sitio de tus ojos.
 
Me sobrevivo en vela, mereciendo
que al corazón me apunten al matarme.
Préféré par...
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