Era un viaje extraño,
mis pupilas dilatadas
observaban cada gota:
de sangre y de agua.
Y caminé por dentro,
soledad y vísceras,
me sentí vulnerable,
mi cuerpo, laberinto
cubría de candados
toda signo emocional.
Y el eco de tu voz,
en cada célula muerta
entre mis flácidas piernas
ahí estaba en silencio...
intacto de olvidos.
María Cayo.