Bajo la noche queda,
como un rumor de seda,
tu dulce voz prendióse en mis oídos.
Y de pronto, impetuosos,
cual lebreles furiosos,
despertaron de pronto, mis sentidos.
Un lucero en la altura,
su resplandor vertía,
y envueltos en su luz diáfana y pura,
yo sentí que el calor de tu ternura,
en mi pecho una estrella, florecía!