Soñé contigo nuevamente,
todavía usábamos esa tónica de complicidad.
Como me gusta y cómo te encanta.
Huíamos, como si estuviera mal lo que hacíamos;
Escondíamos nuestras acciones como el hombre desnudo
se escondía de Dios cuando este fue a visitarlo al Edén,
conscientes de su vergüenza.
Dime querida, ¿En qué momento querer a alguien se volvió
una acción inmoral?
Que decir de ese sueño, que fue más que
revelador, pues en él me di cuenta de cuánto
te quería y que te quería cerca de mí, y que en
la lejanía (o más bien, en tu lejanía), solo me
esperaba tristeza.
Me desperté solo para seguir pensando en ti;
y en el estrago que me dejó aquel sueño que
me martiriza, porque no me deja olvidarte.
Pero recordarte también me consume, y si ya
no pasas por estos pasillos donde solía verte,
¿qué sentido tiene venir? Acaso, ¿alguna vez tuvo sentido?
Si era libre antes de conocerte, más ahora quiero vivir cautivo de
tus ojos, de tu cariño.
Pero soy consciente que cuando todo esto termine,
estarás aún más lejos.