Romario Morales

2022, ABRIL 01

Amargado, casi sin deseo de levantarme,
triste y desolado, por una noticia que ya
sabía; una situación inevitable que sentía
lejos. Sin darme cuenta ya es abril.
 
Me preparo para un día más, otra cadena de
secuencias y acciones programadas que
debo hacer para guardar las apariencias;
pasé de ser un muerto, a ser un trabajador
normal.
 
Y la música que escucho ya no me sana,
ahora me duele.
Opté por no escuchar nada.
La vi llegar, pero no había llegado a mi oficina.
La sentía, pues la extrañaba; y me decía a
mi mismo: “no la necesito”, aunque en lo
más profundo sea ella la razón de este corazón
para latir;
¿Qué haría sin su recuerdo?
¿Morir?
Su recuerdo, lo único que me queda;
y estos versos que le escribí.
 
Huyo todos los días de mí.
Megera, mi virgen del quebranto; quien
fuera aquella bella dama que puso frente
mío al cariño, y me desespera la espera que
le dedico entre tanto a la abstinencia de
verla y lo malo de haberla tenido y no
robarle un beso.
 
Y ahora que la espero y no la espero, voy y
vengo mientras veo pasar los minutos del
reloj; cada momento en el que no me
escribe, me olvida y sin querer (pero
queriendo), me mata; la odio por eso.
 
Y aunque luego me llama, y me salva con sus
palabras, abro mis ojos solo para nacer
nuevamente, y sonrío, entonces la amo por
eso.
 
¡Dime por qué! ¿Acaso soy el único que se
siente así? Siento como si te conociera de
tanto y ahora que siento que te vas, carajo,
es como si me faltara el aire, no
me quiero sentir así, ¿Pero qué hago?, si
toda la vida he sido un desdichado, que
siempre se ha vendido por un beso.
 
¡Ella!, que siempre ha tenido esa facultad,
de herirme y sanarme con su ausencia y sus
palabras, respectivamente, y al mismo
tiempo.
 
¿Y yo?, que ya he aprendido que en el
veneno también se encuentra la cura;
entonces pienso que esa es mi excusa: Que
bello es su recuerdo.
Pero no me basta, y bastante falta que hace
como para que después tenga que extrañarla
más.
 
Se acerca el día en el que quizá no nos
veamos más, el día en el que las palabras y
los escritos no serán suficientes, porque,
¿De qué le sirve al corazón redactar lo que siente;
si no lo vive, si no la siente?

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