Rolando Escardó

Isla

Esta isla es una montaña sobre la que vivo.
La madre solemne
empujó hacia los mares estas rocas.
En el tiempo desconocido que no se nombra
en el límite que no se escribe
sucediéndose los deslaves
las profundas grietas:
—gargantas hasta los fuegos blancos—
llega la hora de mi nacimiento en esta isla:
—Planeta ardiendo en el cielo—
llega la hora de mi nacimiento
y también la de mis muertes
pues al mundo he venido a instalarme.
¿Por qué esos labios se abren como túneles a los que no bajo?
sé que el hombre es un rumbo que se instala
sé estas cosas y otras más que no hablo
pero yo puedo darme con los dos puños en el pecho
feliz de esta revolución que me da dientes
aunque de todo soy culpable
de todas esas muertes soy culpable
y no me arrepienten los conjuros
que en el triángulo de fuego he provocado.
 
Yo soy el gran culpable
mi delito no puede condenarlo sino Dios
y aún ni el mismo Dios pudiera
(vosotros no lo sabéis
pues ni siquiera los colores de la bandera
os sugieren
vosotros no lo entenderéis)
y esto se quedará como un poema más en la tiniebla
como el ruido de palabras del viento que me arrastra
aunque sea la estrella del alba
pues de todas estas cosas os burlaréis
hermanos
más allá del deseo de vuestras convicciones
en la trama creada para mi deleite
pero yo sólo sé
pero yo sólo estoy seguro
pero yo mismo lo he vivido de mis muertes y nacimientos
¿y cómo puedo yo mismo así negarme
cómo podría yo mirar al Sol y no cegarme?
Pero lo que importa es la Revolución
lo demás son palabras
del trasfondo
de este poema que entrego al mundo
lo demás son mis argumentos.
No creáis en mis palabras
soy uno de tantos locos que hablan
y no me comprenderéis
no creáis en mis palabras
esta isla es una montaña
sobre la que vivo...
Piaciuto o affrontato da...
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