Ocres, bermellones, pardos y cenizas;
entre la hojarasca se enreda el ocaso;
el ramaje cuelga compungido y laso
hecho por los cirrus acromadas trizas.
Como el ojo horrendo de un borracho flota
la ignición sanguina que forja el poniente;
y en los grumos abre su albo lis tremente
un arco voltaico con lumbre remota.
Es espejo el río sobre el que se efunden
todas las tristezas santas de la tarde,
y donde las nieblas con la luz se funden
tras el alma occidua de expirante rayo…
Y en las broncas nubes se diría que arde
con trágicos iris la sombra de Guayo!