Amado y bondadoso sol;
nunca dejes de quemar,
limpiando heridas y dándome energía
cuando me siento rendida.
No dejes de salir cada mañana,
dándome la oportunidad de reiniciar la vida que ayer dí por perdida,
al cerrar la cortina.
Y por favor, no dejes de brillar
iluminando así mi camino,
mi mente y alma
cuando sienten nubladas.
Nunca cesaré de agradecer
la forma en la que tu existencia nutre mi ser,
concediéndome renacer.
En nombre de la vida, amén.
rebecca cáceres.