Bajo el sol de mediodía por los algodonales
va mi adolescencia cruel Va mi mano prendida
de la mano invisible
de aquel muchacho extraño y duro como piedra lunar
La dejo irse por los arrabales de una locura brava
que desgaja mi cuerpo y lo hace morir
Crepita la blanca fibra del algodón maduro
Estoy abandonado como nunca lo he sido
y la mano lejana aprieta mi soledad
Un destino previsible me separó muy pronto
de ese compañero de escuela en la ciudad
que no sabe de su ausencia en este mar de blancura
en esta inmensidad de nubes vegetales
en que mi corazón abierto como una fruta vieja
abandona su ritmo y se deja desleír por la luz
y se deja destrozar por lo blanco y llora solo