Un campesino que en su alacena
guardaba un queso de Nochebuena,
oyó un ruidito ratoncillesco
por los contornos de su refresco.
Y pronto, pronto, como hombre listo
que nadie pesca de desprovisto,
trájose al gato, para que en vela
le hiciese al pillo la centinela.
E hízola el gato con tal suceso,
que ambos marcharon: ratón y queso.
Gobierno dignos y timoratos,
donde haya queso no mandéis gatos.