Donde sonó una risa, en el recinto
del aire, en los pasillos transparentes
del aire donde, un día
sonó una risa azul, tal vez dorada,
queda por siempre un hueco, un lienzo triste,
un muro acribillado, un arco roto,
algo como el desgaire de una mano
cansada, como un trozo
de madera podrida en una playa.
Donde saltó la vida y luego nada
echó a rodar, y luego nada, queda
una cama deshecha,
un cuarto clausurado, un portón viejo
en el vacío, algo
como un andén cubierto por la arena;
queda por siempre el hueco
que deja un estampido por el bosque.
De bruces, husmeando, rastreando
unas huellas, tirando
del hilo de un perfume,
penetra el corazón por galerías
que un latido de sangre subterránea
horadó alguna vez y allí quedaron.
Y que allí permanecen con su húmeda
oscuridad de tigres en acecho.
Penetra el corazón a tientas, llama
y su misma llamada lo sepulta.
Donde sonó una risa, una vidriera,
una delgada lámina de espacio
estalló lentamente. Y no es posible
poner de nuevo en orden tanta ruina.
Un nuevo aliento merodea. Llegan
otros sonidos hasta el borde y piden
su momento para existir. Afluyen
nuevas formas de vida
que al final toman cuerpo y se acomodan.
Pero el tiempo ya es otro y el espacio
ya es otro y no es posible
revivir lo que el tiempo desordena.
En la cresta del agua o de la espuma
donde una risa naufragó, ya nada
podrá buscar, hundirse, hallar los restos,
nadie podrá decir: éste es el sitio.
El mar no tiene sitios y sus cimas
son instantes de brillo y se disuelven.
Pero quedan los huecos, queda el tiempo.
El tiempo es un conjunto
de irrellenables huecos sucesivos.
Donde sonó una risa queda un hueco,
un coágulo de nada, una lejana
polvareda que fue,
que ya no está, pero que sigue hablando,
diciendo al alma que, en alguna parte
algo cruzó al galope y se ha perdido.
Alfredo Jiménez G.
8aLa mar océana "finita e ilimitada" del universo nos causa una ilusión de inmensidad. Miramos con ojos asombrados e incrédulos la vastedad que nos rodea y para consolar nuestra condición de curiosos infusorios nos hacemos fábulas de que fuimos colocados en un sitio privilegiado. Pero esta mar enorme que nos contiene dista mucho de ser infinita, lo sabemos porque guarda una temperatura constante: Cero absoluto, no más, no menos. También nos da una pista de sus límites el hecho de que tiene un tope de entropia (desorden). Hay una cantidad máxima de entropia que soporta el cosmos para volverse caos. Una risa, una simple risa deja impronta indeleble en el aire y contribuye con su modesta cantidad de entropia en el éter de todo el sistema. La perturbación vibrátil de su efímera existencia ocupará un lugar en el espacio y su registro durará por siempre como un eco vacío, una burbuja triste imposible de llenar... Lo mismo pasa con una vida consumada. Utensilios desgastados, una cama destendida, un espejo sin empañar... Son vestigios de un desorden de emociones manifestadas en breves años. Pero lo explica mejor y sin necedidad de tantos tecnicismos el Poeta Rafael Guillén.