Rafael Alberti

Nocturno

De pronto, en Roma no hay nadie:
no hay ni perro que me muerda,
no hay ni gato que me arañe,
no hay ni puerta que se abra,
no hay ni balcón que me llame,
no hay ni puente que me divise,
no hay ni río que me arrastre,
no hay ni foso que me hunda,
no hay ni torre que me mate.
De pronto, Roma está sola,
Roma está sola, sin nadie.
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