I
Mañanita fría.
¡Se ha muerto el mar!
La nave que yo tenía
ya no podrá navegar.
—Mañanita fría,
¿lo amortajarán?
—Los pueblos de tu ribera
—naranja del mediodía—,
entre laureles y olivas.
—Mañanita fría,
¿quién lo enterrará?
—Marinero, tres estrellas
muy dulces: las Tres Marías.
II
No sabe que ha muerto el mar
la esquila de los tranvías
–tirintín– de la ciudad.
No lo sabe nadie, nadie.
¡Mejor, si nadie lo sabe!
Ni tú, joven vaquerillo,
que llevas tus dos vaquitas
tan de mañana a ordeñar.
No lo sabe nadie, nadie.
¡Mejor, si nadie lo sabe!