Francisco de Quevedo

Finge dentro de sí un infierno cuyas penas procura mitigar, como orfeo, con la música de su canto, pero sin provecho

A todas partes que me vuelvo, veo
Las amenazas de la llama ardiente,
Y en cualquiera lugar tengo presente
Tormento esquivo y burlador deseo.
 
La vida es mi prisión, y no lo creo,
Y al son del hierro, que perpetuamente
Pesado arrastro y humedezco ausente,
Dentro en mí propio pruebo a ser Orfeo.
 
Hay en mi corazón furias y penas;
En él es el Amor fuego y Tirano;
Y yo padezco en mí la culpa mía.
 
¡Oh dueño sin piedad que tal ordenas,
Pues del castigo de enemiga mano
No es precio ni rescate l’armonía!

El Parnaso español (1648)

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