Francisco de Quevedo

Comprehende la obediencia del mar, y la inobediencia del codicioso en su afectos

La voluntad de Dios por grillos tienes,
Y ley de Arena tu coraje humilla,
Y por besarla llegas a la orilla,
Mar obediente, a fuerza de vaivenes.
 
Con tu soberbia undosa te detienes
En la humildad, bastante a resistilla;
A tu saña tu cárcel maravilla,
Rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.
 
¿Quién dio al robre y a l’haya atrevimiento
De nadar, selva errante deslizada
Y al lino, de impedir el paso al viento?
 
Codicia, más que el Ponto desfrenada,
Persuadió que en el Mar el avariento
Fuese inventor de muerte no esperada.

Versión posterior de “A la mar"

#EscritoresEspañoles #Soneto (1648) El Parnaso español

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