Porfirio Barba Jacob

La infanta de las maravillas

I
 
(Visión de los cinco años)
 
Un día en mi niñez. Crepúsculo inefable,
y, sin saber por qué, yo en la campiña profunda.
Brillaban unas flores en toda la campiña,
y absorto en mis cinco años, temblando, interrogué:
–¿Madre, qué flor es ésta?
–La flor de las maravillas.
 
Un día en mi niñez, y sin saber por qué.
 
De súbito, hacia el fondo del campo enardecido,
una infantina esbelta, una niña inasible,
que era las maravillas y el crepúsculo.
Mi madre iba colmando de flores un ropón,
y entre las maravillas, en medio del crepúsculo,
la niña esbelta, la veste blanca y rojiazul el pañolón.
 
Mas luego, cuando ardía la noche en la pradera,
con voces impasibles dijo mi madre abuela:
–“Donde se ve ese surco de hierbas nací yo.
No quedan ya ni aun tapias. La hierba es altamisa,
hierba de las ruinas...”
 
Silencio. Un gran silencio.
Llanto de lo inefable preñaba mis pupilas.
La infanta me dio un beso y el llanto desbordó.
 
                           II
 
Después, corriendo el tiempo, la vida y los países,
vi mil cosas... Vi arder la tierra en su extensión.
Paisajes de montañas, doncellas que suspiran,
danzas entre guirnaldas... La mies ya está madura,
y al júbilo es el día, la noche a la pasión.
Entre coros de jóvenes yo siempre me decía:
 
–¿Dónde estará la infanta?
–¿Cuál infanta?
–La infanta de las maravillas.
 
Y andando, andando el dulce tiempo juvenil,
vi al monte dar la miel de sus colmenas. La alegría,
como la miel del monte, no cesa de fluir.
Un beso conmovido, la luna y las guitarras,
ávido el corazón, insaciado, encendido,
la mano firme, un freno de oro a la ilusión...
¡Oh júbilo exaltado! La vida es la alegría,
y su aleatorio impulso nos llena el corazón.
El vino loco al declinar el día,
y entre coros de jóvenes yo siempre me decía:
 
–¿Dónde estará la infanta?
–¿Cuál infanta?
–La infanta de las maravillas.
 
Y al cabo, estar colmadas las noches de infortunio.
¡Qué silencio tan lóbrego! ¡Qué frío el corazón!
 
En la noche sin sueño en que croan las ranas,
qué fantasmas y cuánto delirio que pasó...
Un vino aurifulgente, de ensueño mortecino...
Un aroma que huye, y la viola encantada,
la seda tornasol, la miel de la granada,
y este anhelo que no lo colma nada...
Entre tapiales rotos la lúgubre altamisa.
En sus ruinas sangrando mi propio corazón,
y en medio de mi pena yo siempre me decía:
 
–¿Dónde estará la infanta?
–¿Cuál infanta?
–La infanta de las maravillas.
Piaciuto o affrontato da...
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