Espíritu errante, sin fuerzas, incierto,
que trémulo escuchas la noche callada:
inquiere en los himnos que fluyen del huerto
de todas las cosas la esencia sagrada.
Ni marques la ruta ni cuentes las horas.
¿Acaso el misterio culmina
en las altas montañas sonoras
que nutren el roble y la encina?
Quizás en el fondo de oscuros arcanos
tú vives de ciencia, de luz y de gloria,
y a mundos externos las manos divinas
entreabren la reja ilusoria...
¿Quién sabe en la noche que incuba las formas
de adusto silencio cubiertas,
qué brazo nos mueve, qué estrella nos guía?
¡Oh sed insaciable del alma que busca las normas!
¿Seremos tan sólo ventanas abiertas
el hombre, los lirios, el valle y el día?
Espíritu errante, sin fuerzas, incierto,
que trémulo escuchas la noche callada:
inquiere en los himnos que fluyen del huerto
de todas las cosas la esencia sagrada.