Jorge Luis Borges
Esta mañana
hay en el aire la increíble fragancia
de las rosas del Paraíso.
En la margen del Eufrates
Adán descubre la frescura del agua.
Una lluvia de oro cae del cielo;
es el amor de Zeus.
Salta del mar un pez
y un hombre de Agrigento recordará
haber sido ese pez.
En la caverna cuyo nombre será Altamira
una mano sin cara traza la curva
de un lomo de bisonte.
La lenta mano de Virgilio acaricia
la seda que trajeron
del reino del Emperador Amarillo
las caravanas y las naves.
El primer ruiseñor canta en Hungría.
Jesús ve en la moneda el perfil de César.
Pitágoras revela a sus griegos
que la forma del tiempo es la del círculo.
En una isla del Océano
los lebreles de plata persiguen a los ciervos de oro.
En un yunque forjan la espada
que será fiel a Sigurd.
Whitman canta en Manhattan.
Homero nace en siete ciudades.
Una doncella acaba de apresar
al unicornio blanco.
Todo el pasado vuelve como una ola
y esas antiguas cosas recurren
porque una mujer te ha besado.

Una luminosa mañana en la que un suceso personal afortunado hace que confluyan todos los prodigios que habitan la memoria del Poeta Jorge Luis Borges. Recuerdos leídos o vividos (que resulta ser lo mismo, leer es ver y sentir). Una mañana que es como un Aleph en el que todo ocurre sin fronteras de tiempo ni distancia. Por cierto, lo referente al Poeta ciego Homero nos hace recordar que "cuando murió, siete ciudades se disputaron su origen. Y por las siete pidió limosna en vida".

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