«Esa mujer que yo he de amar un día
será tan clara, tan gentil y bella,
que pensaré que descendió una estrella
para llenar de luz mi alma vacía.
Cuando ella pase, loco de armonía,
se irá mi corazón en pos de ella,
y el celeste perfume de su huella
me embriagará su ensueño…» Esto decía,
cuando alguien me llamó. Y vi a lo lejos,
clara, gentil y bella, a los reflejos
crepusculares, una estrella triste.
Y una voz dijo: «Te besé la frente,
pero soñabas tan profundamente,
mi pobre soñador, que no me viste…»