Toco a la puerta de un romance. —¿No anda por aquí Federico? Un papagayo me contesta: —Ha salido. Toco a una puerta de cristal.

Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos: los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos. Ay,

Quemaste la madrugada con fuego de tu guitarra: zumo de caña en la jícara de tu carne prieta y viva, bajo luna muerta y blanca.

La muerte disfrazada va de fraile. Con mi camisa trópico ceñida, pegada de sudor, mato mi baile, y corro tras la muerte por tu vida… Las dos sangres de ti que en mí se…

Muerto de fatiga y sueño, vuelve un soldado del monte. Labio duro, duro ceño. ¡Qué lejos el horizonte donde el hierro lo desciña

He aquí la jaula de las culebras. Enroscados en sí mismos, duermen los ríos, los sagrados río… El Mississippi con sus negros, el Amazonas con sus indios.

Ana María, la trenza que te cae sobre el pecho, me mira con ojos de serpiente desde su piel torcida.

No sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo, si somos la misma cosa yo, tú.

Tú, que partiste de Cuba, responde tú, ¿dónde hallarás verde y verde, azul y azul, palma y palma bajo el cielo?

Sombras que sólo yo veo, me escoltan mis dos abuelos. Lanza con punta de hueso, tambor de cuero y madera: mi abuelo negro.

¿Cuándo fue? No lo sé. Agua del recuerdo voy a navegar. Pasó una mulata de oro,

Entre los recuerdos que guardo de mi infancia camagüeyana, pocos se me presentan de manera tan enérgica como aquellos que hunden su raíz en el quehacer político del hombre que me dio vi...

Nuestros sueños se juntan en una m… Se mezclan nuestras sangres en una… Nuestra tierra conoce sus asesinos… alza la voz, enciende su vengativa… une sus tempestades, sus duros río…

¿Imagina usted, Teresa, cómo arde su rostro grave al resplandor de la suave luz verde en sus ojos presa? ¿Se sabe qué luz es ésa?