Víctor Fowler, al valorar éste poema, reflexiona del siguiente modo:
Pocas veces en la literatura cubana la relación entre cuerpos, tactos (podríamos sumarle a ello olor, visión, sonido) y tiempo produce un resultado tan excitante como aquí; el texto ha sido construido alrededor del goce posible de tres zonas fetiches del cuerpo de la mujer: oreja, pelo, cuello, cuya visión y tacto el hablante disfruta (con su imaginación deseante) en el modo subjuntivo del verbo.